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La COP24, envuelta en una nube de incertidumbres

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Tres años después del Acuerdo de París se abrió una nueva etapa con la COP24, en medio de muchas incertidumbres. Polonia funciona con carbón, Estados Unidos denunció el acuerdo y otros países, como Brasil, podrían seguir ese camino.

La urgencia climática se agudiza cada vez más. El último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) es alarmante: queda poco tiempo para actuar si se quiere mantener el calentamiento a menos de +1,5°C.

La COP24 debe dar una respuesta concreta a las conclusiones del IPCC, estima el climatólogo Christophe Cassou, que llama a una toma de conciencia de los negociadores: “Cuando se habla de urgencia climática, significa que se debe emprender urgentemente acciones para atenuar de manera inmediata las emisiones de gas de efecto invernadero, y para adaptarse a los cambios climáticos que están en curso y que están por llegar”.

Incoherencias frente a lo que se ve (y se sufre) y a lo que hacen los gobiernos

Sin embargo, el desfase entre lo que habría que hacer y lo que se hace es enorme. “No estamos yendo para nada en la buena dirección” para frenar el cambio climático que “va más rápido que nosotros”, alertó António Guterres, el secretario general de Naciones Unidas. “Aunque somos testigos de impactos climáticos devastadores que generan caos en todo el planeta, aún no estamos haciendo bastante”, enfatizó.

En efecto, las emisiones mundiales de gas de efecto invernadero están de nuevo en aumento, mientras tendrían que bajar. Para que el Acuerdo de París sea viable, los Estados tienen que comprometerse de verdad y rápidamente, subraya Lucile Dufour, de Red Acción Clima: “La única respuesta viable es un compromiso por asumir los objetivos climáticos de aquí a 2020.

Y el desafío es enorme en realidad, puesto que la ONU estima que los países tendrían que multiplicar por cinco su ambición climática actual para lograr un calentamiento a +1,5°C”.

Una responsabilidad colectiva: “A los rezagados, digo simplemente: háganlo”

Para los países en vías de desarrollo, ya fuertemente afectados por las sequías, los huracanes o la subida del nivel del mar, son los países ricos los que deben tomar más medidas para reducir sus emisiones y ayudar al sur a prepararse para las catástrofes. “Tenemos la sensación de que fuimos castigados por errores que no cometimos. La comunidad internacional debe hacer lo necesario para que se haga justicia”, declaró la presidenta de Nepal, Bidhya Devi Bhandari.

“A los rezagados, digo simplemente: háganlo”, declaró el primer ministro fiyano Frank Bainimarama –quien fue presidente de la COP23, a lo que añadió: “Que Dios nos perdone si ignoramos las pruebas irrefutables, nos convertiremos en la generación que traicionó a la humanidad”.

António Guterres, por su parte, insistió sobre “la responsabilidad colectiva de ayudar a las comunidades y los países más vulnerables, como los Estados insulares y los menos avanzados, apoyando las políticas de adaptación y de resistencia” a los impactos del cambio climático.

100.000 millones de dólares para los países vulnerables

A partir de 2020, los países ricos deben aportar cada año 100.000 millones de dólares para ayudar a los países vulnerables en sus esfuerzos de adaptación y atenuación.

Pero esta vez tampoco cierran los números, denuncia Emilie Both de Oxfam Francia: “El último informe publicado por Naciones Unidas habla de 56.000 millones de dólares provistos en 2016. Tenemos retraso. La adaptación es insuficientemente financiada cuando es crucial, ya que se trata de los esfuerzos de los países en vías de desarrollo para enfrentar los impactos ya visibles y devastadores del cambio climático. Es pues indispensable aumentar el financiamiento para la adaptación”, dice la experta.

La COP24 tiene que llevar a cabo otro gran proyecto: los países deben adoptar el manual de aplicación, es decir las reglas que permitirán concretizar el Acuerdo de París.

“En la COP24 hay que determinar cómo volver transparentes los compromisos de los países, decidir cómo contabilizar esos compromisos y cómo hacer un balance cada cinco años en acuerdo con la ciencia”, explica Pierre Cannet, de WWF Francia.

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La adhesión de los países al Acuerdo de París empieza a tambalearse

Tras el anuncio por Donald Trump del retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, otros gobiernos populistas podrían seguir su ejemplo. Todas las miradas están puestas en Brasil, séptimo emisor de gas de efecto invernadero, donde el presidente electo ultraderechista Jair Bolsonaro acaba de renunciar a acoger la COP25 el año próximo. También evocó la posibilidad de salir del acuerdo sobre el clima.

Según Célia Gautier, de la Fundación para la Naturaleza y el Hombre, habría que recurrir a un método radical para que estos mandatarios reflexionen: “Pensamos que Francia y la Unión Europea deberían usar el comercio para impedir a los Estados salir del Acuerdo de París. Si la Unión Europea le dijera a Brasil que suspenderá sus importaciones de productos agrícolas brasileños, quizás el gobierno de Bolsonaro se lo pensaría dos veces antes de salir del acuerdo”.

Sin embargo, el Acuerdo de París no prevé ni coerción ni presiones comerciales. Todo está basado en el blame and shame, es decir la esperanza de que los malos alumnos cambien de actitud por sentir vergüenza al ser señalados con el dedo. Habrá que ver si funciona con Bolsonaro y sus pares.

 

Fuente: france24.com

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