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Una misión clave para la humanidad se interna en el corazón del Ártico

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600 científicos estudiarán el deshielo del Ártico para entender cómo enfrentar el cambio climático.

El pasado 20 de septiembre, el rompehielos alemán Polarstern zarpó desde el puerto de Tromsø, en Noruega, con destino al Polo Norte. La embarcación, de 120 metros de longitud, espera quedar a merced del hielo durante un año entero y cumplir con una ambiciosa misión: entender –con mediciones rigurosas y cambios estacionales– cómo el calentamiento global afecta a esta porción del planeta, especialmente en invierno y primavera, cuando donde el hielo se vuelve tan espeso que es un reto penetrarlo.

Con un presupuesto de 120 millones de euros, MOSAiC (Observatorio Multidisciplinario a la Deriva para el Estudio del Clima Ártico, en español), catalogada como la mayor expedición científica realizada en el corazón del océano Ártico hasta la fecha, contará con la participación de 600 científicos de 17 países. Los expertos irán rotando cada tres meses gracias al apoyo de helicópteros y 4 barcos adicionales –de Rusia, China y Suecia–, que también suministrarán alimentos, combustible y medicamentos.

“El sistema climático ártico es particularmente sensible y es un dolor de cabeza entenderlo porque nunca hemos estado allí en invierno tomando datos”, le dice a EL TIEMPO Antje Boetius, directora del Instituto Alfred Wegener y experta en aguas profundas y biogeoquímica marina. “En la Antártida es más sencillo porque hablamos de un continente con estaciones, pero el Ártico es un océano con hielo; así que trabajaremos en condiciones muy extremas”, comenta.

¿Cómo es la interacción entre la atmósfera, el hielo marino y el océano?, ¿qué tanto dióxido de carbono y metano se está liberando?

Algunos organismos parecen ser capaces de sobrevivir incluso a las condiciones hostiles del invierno, pero ¿cómo se preparan las especies para los meses de oscuridad? ¿Cómo funciona su metabolismo y qué porcentaje de su población sobrevive? ¿Estos organismos usan la poca luz restante, incluso la de la luna, para hacer la fotosíntesis? Estas y otras preguntas intentarán responderse en este viaje. La idea nació en el 2011, pero tomó ocho años hacerlo realidad.

EL TIEMPO habló con Boetius en el marco de la semana de la ciencia en Berlín (Alemania) y la conferencia Falling Walls. La experta en microorganismos marinos también hace parte de los 11.000 científicos que recientemente declararon una emergencia climática en la revista BioScience. “No hay que ser alarmistas, pero hay que hablar con la verdad”, enfatiza.

¿Por qué una expedición de esta magnitud en el Ártico?

El Ártico se está calentando más rápido que cualquier otro lugar del planeta, y la extensión y el espesor del hielo marino están disminuyendo drásticamente como consecuencia del aumento de la temperatura. Necesitamos más información para entender las consecuencias, pero además la relación entre el Ártico, la Antártida y nosotros.

Los cambios climáticos que se están produciendo en la hidrología ártica, los incendios y el deshielo sabemos que tienen impactos en la vegetación y en la seguridad alimentaria y de agua; sin embargo, no hemos estado allá lo suficiente. MOSAiC es la exploración polar más grande en la historia de la humanidad, con más de 60 instituciones involucradas. Seguiremos los pasos de Fridtjof Nansen, quien realizó una gran travesía entre 1893 y 1896, y la idea es que para el 2023 los datos queden públicos para que cualquier persona con internet pueda consultarlos.

¿Cuáles son los principales desafíos?

Estamos abordando distintos campos de investigación: atmósfera, hielo marino, ecosistemas, océano y bioquímica. Las estaciones de monitoreo estarán ubicadas a unos 50 kilómetros del Polarstern (el barco que se usará para la misión), y las mediciones se tomarán a altitudes de hasta 35.000 metros y a profundidades de hasta 4.000 metros.

Las condiciones del Ártico son un desafío, especialmente la noche polar. Entre octubre y noviembre es completamente oscuro, así que es difícil moverte de un lado a otro durante una tormenta de nieve o con osos polares, curiosos o hambrientos, acechando. Pero creo que el principal desafío será conectar los datos y resultados entre equipos. Como vamos rotando, todas las mediciones deben estar muy consistentes y calibradas para realmente entender qué significa el invierno en comparación con primavera y verano.

¿El Acuerdo de París se quedó corto para proteger el Ártico? Se habla de un verano sin hielo en los próximos años…

Absolutamente. En la medida en que tengamos este gigantesco desbalance de injusticia social entre los países ricos que generan las mayores emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera y aquellos más pobres que serán las principales víctimas del cambio climático, creo que será muy difícil conseguir los objetivos planteados.

¿Y la meta de 1,5 ºC?

Esto ya no es alcanzable, llegamos tarde a la discusión. Nos dejamos coger ventaja. Encuentro peligroso para la democracia tener objetivos que no son alcanzables y que los políticos hablen sobre metas que no podrán cumplir. Prefiero apostarle a una conversación sensata.

¿Entonces cuál es el discurso realista?

Creo que 2 ºC es una meta que todavía podría funcionar, pero únicamente si logramos acuerdos internacionales y compromisos, pero no de puras palabras y papeles.

Durante el Falling Walls, la comunidad científica hizo un fuerte llamado a participar activamente en política, ¿llegó la hora de salir de esa ‘cápsula’ que mencionan?

La política no es solo estar en el Congreso tomando decisiones, ¿verdad? Es también el compromiso que todos tenemos en discusiones públicas. Entonces hay científicos que deciden dedicar todo su tiempo a la investigación, a encontrar salidas a la crisis que afrontamos; otros, a hablar sobre este tema y llevarlo a los medios; y otros, a hacer pedagogía con los más jóvenes y salir a marchar y protestar con ellos.

Lo que tenemos que construir es un sistema en el que trabajemos en equipos para que estos temas, que son relevantes para nuestro futuro, lleguen a los ciudadanos y cuenten con toda la información necesaria para tomar mejores decisiones. Pero para eso es indispensable la comunicación científica, periodistas especializados que ayuden a priorizar estas discusiones en el interior de los medios.

Usted hace parte de los 11.000 científicos que recientemente declararon una ‘emergencia climática’. En un mundo con tantas tragedias diarias, ¿está bien llamar a una crisis? ¿No será que la catástrofe ambiental puede conducir a la inacción?

Es una excelente pregunta. Pienso en esto todo el tiempo como investigadora. Siempre hay dos mundos: una utopía y una distopía, un cielo y un infierno, el yin y el yang, la felicidad y la tristeza, la esperanza y el miedo, un dios y un demonio. Los paraísos y las catástrofes hacen parte de los distintos futuros que nos imaginamos, y son normales para la manera tan compleja en la que el cerebro humano funciona. Buscamos ver ambas caras de la moneda.

¿Qué lenguaje prefiere?

Depende del contexto. La realidad es que es una emergencia climática lo que estamos viviendo. Hay evidencia científica muy robusta que nos conduce a esta conclusión y hay que entenderlo y reaccionar a este problema como lo que es. Y éticamente hay que hacerlo ya, no dentro de 20 años.

Pero encuentras un balance en el lenguaje: unos científicos que hablamos de crisis climática y a la vez unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que son pura utopía. ¿Acabar con el hambre y no tener contaminación en los océanos de aquí a 2030? El lenguaje político ahora es el de la esperanza, pero la manera y el compromiso para alcanzar las metas no son claras. No hay que ser alarmistas, pero hay que hablar con la verdad.

¿No es posible lograr los ODS?

No, no por el momento.

¿Entonces no da más desesperanza tener 17 ODS que serán inalcanzables de aquí a diez años?

Es una buena reflexión, pero creo que la fantasía a veces nos ayuda a sobrevivir. Es saludable tener una imagen mental de un paraíso posible. Me gusta que tengamos estas metas, pero me gustaría más ver las decisiones políticas que nos ayuden a cumplirlas. Por el momento, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible son parte de un problema: injusticia.

 

Autora: Tatiana Pardo Ibarra
Foto: Esther Horvath / MOSAiC
Fuente: eltiempo.com

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