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El escenario actual y futuro de producción de alimentos en la era de las vacas locas

Toda crisis deja sus enseñanzas y genera diversas oportunidades. La crisis de las vacas locas se originó en la pretensión de la Unión Europea de alcanzar la ecuación: alimentos baratos + autosuficiencia alimentaria + seguridad alimentaria =  PAC (Política Agrícola Común). Efectivamente, la UE logró autoabastecerse y sostener un bajo precio en la canasta de productos básicos gracias al uso indiscriminado de subsidios, aranceles de importación y cuotas de producción. Sin embargo, el costo de esta política recayó sobre la garantía de sanidad e inocuidad de su cadena alimentaria. De aquí en más, la PAC no volverá a ser la misma y su impacto será global.

La epidemia de las vacas locas y su devastador efecto sobre la economía comunitaria europea, como consecuencia de una reducción del 50 por ciento del consumo de carne vacuna, han disparado las señales de alerta sobre la salud, la alimentación y el medio ambiente. Hay una palabra que llena las agendas de todos políticos en estos días y es: PREVENCION. Aunque, la alerta suena a tarde: el mal de las vacas locas se conoce hace unos 15 años, pero las enfermedades priónicas y sus orígenes ya habían sido estudiados desde principios del siglo XX.

La tembladera o locura en las ovejas (“scrapie“), el kuru (propio de algunas tribus caníbales de Nueva Guinea) y la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, un mal aparentemente congénito en el ser humano, son enfermedades producidas por la conversión de una proteína normal de la cubierta de las células nerviosas que se llama proteína priónica en unas formas anormales. Las formas anormales son dañinas para las células nerviosas y producen la muerte de las neuronas y la aparición de agujeros microscópicos en el cerebro. Por este motivo, estas enfermedades se han llamado encefalopatías espongiformes o priónicas.

La proteína priónica anormal tiene tres características asombrosas. La primera es la resistencia a ser destruida, la segunda es su capacidad de dañar a las proteínas priónicas vecinas y de favorecer el progreso de la enfermedad, la tercera es que el daño producido por una proteína priónica anormal puede transmitirse de un ser a otro ser. Las encefalopatías priónicas son enfermedades potencialmente transmisibles.

El kuru de ciertas tribus de Nueva Guinea se asociaba al canibalismo ritual. El desarrollo de la enfermedad era muy lento, de muchos años, por lo que era difícil para los nativos determinar el efecto causal que podía tener el comer el cerebro de una persona que había estado enferma. La supresión del canibalismo ha producido prácticamente la desaparición del kuru en el mundo.

Por el momento, la búsqueda de un componente alimentario en la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob ha sido negativa. No se sabe cuál puede ser el origen de la enfermedad en la mayoría de los casos. En muy pocos, la enfermedad es genética, es decir hay una predisposición familiar a sufrir la enfermedad y ésta aparece en varios miembros de una misma familia.

La primera alerta alimentaria: el “scrapie”

El “scrapie” es una enfermedad restringida a ovejas y cabras, y ha convivido con el hombre sin peligro de que éste se contagiara de las ovejas. Sin embargo, la utilización de restos de ovejas enfermas transformadas en harinas utilizadas para la alimentación del ganado vacuno resultó en el Reino Unido en la transmisión del “scrapie” al ganado vacuno en lo que se ha llamado encefalopatía espongiforme bovina o enfermedad de las “vacas locas”.

La persistencia de las autoridades inglesas en no aceptar, por criterios economistas, el tratamiento utilizado en otros países para la fabricación de harinas alimentarias de origen animal ha producido una epidemia que, de momento, ha afectado a más de ciento setenta mil cabezas de ganado y que ha significado aproximadamente la entrada de unas cuatrocientas mil vacas en la cadena alimentaria humana.

La prohibición tardía de estas condiciones de fabricación, junto al libre mercado de carne y de harinas y, muy particularmente, al fraude, han contribuido a que la enfermedad se extendiera a países con relaciones comerciales fluidas con el Reino Unido, especialmente Irlanda, Portugal, Francia y Suiza. La llegada de la encefalopatía espongiforme bovina a otros países como Alemania o España ha sido más tardía, en el momento en que la epidemia va decreciendo en otros países.

Pero lo más grave es que la encefalopatía espongiforme bovina se ha transmitido al ser humano, posiblemente como resultado de la toma de productos contaminados de origen bovino. Esta enfermedad se ha llamado nueva variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. La nueva variante ha afectado a unas ochenta personas en el Reino Unido y a otras tres en Francia. No se han descubierto personas afectadas, hasta el momento, en otros países.

La encefalopatía espongiforme bovina y la nueva variante de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob son enfermedades nuevas. No se sabe con certeza la capacidad de daño que pueden suponer para el ser humano. Los modelos de transmisión a ratones y otros animales han sido muy útiles para hacer aproximaciones de lo que puede ser la enfermedad en el ser humano. Se conoce que el cerebro, la médula espinal y los ojos, y en menor grado las amígdalas, el tejido linfático y el intestino, tienen capacidad de reproducir la enfermedad a animales de experimentación.

Otros tejidos, como el músculo y la piel, o ciertos productos naturales como la leche, o determinados productos elaborados como los derivados de la sangre y las gelatinas tienen una capacidad infecciosa prácticamente nula. En este contexto, la prohibición de utilización de harinas, aun las fabricadas correctamente; la eliminación de la cadena alimentaria humana de los cerebros y de tejidos potencialmente dañinos de vacuno, incluso los de animales aparentemente sanos, y la extensión de estudios científicos a otras vías de contagio ha producido reacciones enfrentadas. Para algunos son excesivas, para otros, insuficientes.

Un cambio en la producción de alimentos

Estamos frente a un problema difícil que afecta a la salud humana y animal, y que ha sido el resultado de la insensatez, al pasar de herbívoros a carnívoros a los rumiantes. Es un problema con el que tendremos que convivir unos años, hasta tener la seguridad de que los periodos de incubación de la enfermedad han caducado y garantizar que se está a salvo. Entre tanto, la toma de medidas cautelares, incluyendo la detección de animales afectados, así como la total eliminación de productos de riesgo de la cadena alimentaria humana y de otros animales son aspectos fundamentales.

De esta crisis surgirá un gran cambio en toda la producción agropecuaria, que se plasmará en nuevos códigos o normas de gestión de las materias primas y alimentos. La decisión de los verdes alemanes, que acaban de obtener el Ministerio de Agricultura de su país, junto con la presión de consumidores del resto del mundo, irá marcando el ritmo hacia una producción de alimentos más segura, natural y ecológica, apuntando a minimizar todo riesgo potencial para la salud humana. Siendo Europa el principal mercado mundial las buenas prácticas agrícolas (BPA), serán cada vez más “teñidas” de agricultura sostenible o ecológica, y se convertirán en las balizas sobre las cuales se desarrollará el mercado agro-alimentario mundial.

Ahora, países como los que integran el Mercosur, que cuentan con el mayor rodeo ganadero del mundo (con cerca de 200 millones de cabezas) deberán estar muy atentos a las restricciones, nuevas normas como la trazabilidad o los test zoosanitarios, regulaciones, exigencias y demás cambios de percepción por parte de los consumidores en el mercado mundial agroalimentario. La crisis está generando diversas amenazas para los ganaderos del Mercosur, pero también oportunidades para, por ejemplo, “marketinear” y reposicionar en el mercado global sus alimentos, valorando las pasturas de las Pampas argentinas y los Cerrados brasileños. Ser “verde” en la producción de alimentos cada día se pagará más. ¿Estamos preparados para ello?

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