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Un acuífero mendocino totalmente arruinado por la contaminación industrial

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Las malas prácticas petroleras del pasado aún se sufren. En 2003 se confirmó que hubo filtraciones de combustibles en las napas de agua en Luján. Esa “mancha invisible” se mantiene y, en algunos casos, se expande. Hubo litigios con empresas vitivinícolas y por eso YPF debe garantizar que haya provisión de agua limpia. La justicia abrió investigaciones para saber si hay impacto en la salud de las personas. 

“No la tomamos más porque era hedionda”, recuerda la mujer. Y se refiere a lo que ocurría en su casa hace 15 años, cuando dejaron de beber agua fresca de un pozo abierto originalmente para regar, pero que también era usado para consumo familiar; pozo que dejaron de lado para desde entonces. “Olía feo, a nafta”, dice. Está junto a sus hijos, metida en algunas de las viñas más codiciadas de Mendoza y a pocos metros de lo que fue la finca Fambén.

El paisaje es bucólico. Surcos, bodegas con restaurantes y turistas que circulan con pausa. En uno de los horizontes está la cordillera frontal. Del otro lado, la refinería de Luján de Cuyo. Pero el problema está bajo sus pies; de donde surge el agua hedionda que ella recuerda. “El agua para tomar la traen, no usamos los pozos”, explica la mujer.

Es una verdad que incomoda: el agua subterránea de una extensa área que rodea a la refinería de Luján y las fincas de sus alrededores está contaminada con químicos derivados de la producción de combustibles. Es una mancha invisible en la superficie, pero que representa el pasivo ambiental más complejo de resolver entre los generados por la actividad petrolera en Mendoza. Es una realidad incómoda porque hasta los principales afectados prefieren que se mantenga en silencio.

Los primeros indicios se dieron fines de la década de los ´90. Pero el alerta rojo saltó en 2003. Desde entonces, hubo un largo proceso y litigios cruzados para resolver el problema que aún sigue y no tiene fecha de cierre definitivo. A pesar de ello, el tema ha estado disimulado por años.

La mancha

BTEX. Son siglas difíciles de interpretar. De esa forma se nombran a las sustancias más peligrosas que tienen los combustibles. Benceno. Tolueno. Etilbenceno y xileno. Son compuestos orgánicos que están presentes en la nafta. Y se encontraron en el acuífero de la subcuenca El Carrizal, desde la destilería hacia el noreste.

Esa pluma está en retracción, pero sigue presente. Y alcanza una extensión de 3 kilómetros hacia el noreste de la refinería. Desde Irrigación reconocieron el problema, pero aseguran que esa mancha está en retroceso por la degradación natural del benceno y la barrera hidráulica instalada en la zona para captar el agua contaminada. Hasta el 2010, cruzaba la Ruta 7. Hoy está “contenida” en el perímetro del complejo industrial.

El otro contaminante es el MTBE. “Éter metil terbutílico”. Es un producto que  fue incorporado a la producción de combustibles para hacerlos más amigables con el ambiente; para mejorar el octanaje y reemplazar al plomo. En Mendoza, como ocurrió en otras partes del mundo, el MTBE contaminó las napas de agua. Es muy soluble en agua y, por lo tanto, difícil de controlar. Por eso la contaminación “viaja” por el subsuelo.

La mancha subterránea tiene hoy una extensión de 8 kilómetros según el modelo desarrollado por YPF y validado por Irrigación y el Instituto Nacional del Agua al que MDZ tuvo acceso a través de fuentes extraoficiales. El MTBE altera las propiedades organolépticas del agua, porque tiene un olor y sabor desagradables y aún no está comprobado si produce consecuencias severas para la salud. Igual, el agua que tiene ese producto no puede usarse para beber, ni para regar.

Es el agua

El efecto residual de esas sustancias está en análisis. La Justicia investiga si el impacto ambiental de la refinería de Luján de Cuyo ha generado problemas en la salud de la población aledaña. La fiscalía de delitos no específicos tiene cuatro casos en estudio de personas que viven o trabajaron cerca de la planta industrial y tienen graves problemas de salud.

Se tomaron muestras de agua, se inició un complejo peritaje médico y se sumaron testimonios de especialistas, de técnicos, funcionarios y otros testigos. Esas causas prometen un largo camino. “Primero hay que comprobar las enfermedades. Luego si esas enfermedades son producto de factores ambientales. Y si es así, quiénes son los responsables de esos factores”, explicó uno de los investigadores a MDZ. En las muestras analizadas por la justicia en el agua de consumo personal, no se hallaron esos contaminantes y aún no está comprobada la denuncia. Por la complejidad del tema, pedirán ayuda externa.

El origen

Una fuga en un enorme tanque de almacenamiento de nafta fue uno de los orígenes de las filtraciones hacia las napas. El incidente se produjo en el recinto de tanques, específicamente en el Tanque 11. Los análisis en el pozo 12 descubrieron la fuga.

El otro foco se halló en el poliducto que transporta combustibles desde la refinería de Mendoza, hacia el centro y el Este del país. Sale de Luján, pasa a San Luis, Córdoba, Rosario y llega a La Matanza, en Buenos Aires. Las muestras tomadas en el pozo 10 determinaron que en la “zona Manifold principal de poliductos” estaba la otra fuente de contaminación.

Los especialistas adjudican el problema a “las malas prácticas” que tuvo esa industria en décadas pasadas. De hecho es algo similar a lo que pasa en los yacimientos y otras instalaciones petroleras. Los cambios en la tecnología y el control ambiental han mejorado los estándares. Pero los pasivos quedan y ese es el problema actual.

Según la documentación a la que accedió MDZ, las concentraciones de MTBE oscilan hasta las 30 partes por millón y el núcleo está a varios kilómetros del foco inicial de la contaminación. Oficialmente el tema está catalogado como un pasivo ambiental porque no se han detectado nuevos focos. Y, explican, es producto de décadas de manejo de los hidrocarburos con bajos estándares de control ambiental. “Hasta los 90 no había una conciencia ambiental profunda”, explicaron los especialistas. El problema es que el efecto residual de esos años aún se vive ahora.

Cuando la contaminación comenzó a afectar a otras actividades productivas el conflicto se agudizó. La firma Codorniú demandó a la Provincia y a YPF y el problema alcanzó a otras empresas. Por eso la tuvo que presentar planes de mitigación y remediación. En 2016 Irrigación multó a la petrolera”por incumplimiento de los plazos acordados con Codorniu S.A. para la construcción de obras de mitigación en relación a los pozos n° 6/840, 6/1748 y 6/831, y aprobados oportunamente por el DGI” y algo similar había pasado en 2013. La complejidad del proceso demoró los planes de remediación.

Ante la demanda de las empresas y el DGI, la empresa quedó obligada a solucionar el problema por varias vías. Primero, montó filtros de carbón en cada finca afectada y construyó lo que se llama “primera barrera” hidráulica. Son tres pozos que captan agua subterránea para ser depurada. A otras fincas la misma empresa debió hacerle pozos de profundidad que penetren la capa contaminada. Y la otra estrategia es la llamada “tercera barrera”. Se trata de la planta ubicada en la finca Fambén, donde se extraen 800 metros cúbicos por hora de agua, se procesa con un complejo sistema de limpieza y luego se devuelve al acuífero sin contaminantes.

La subcuenca tiene un volumen de agua estimado en 1700 hectómetros cúbicos. Para tener una idea, el dique Potrerillos tiene 400 hectómetros. De ese total, hay al menos 170 hectómetros cúbicos donde hay presencia de MTBE, un 2,3% de la subcuenca. Y, según el cálculo realizado a través del modelo, hay un 0,3 por ciento del total impactado con benceno y las otras sustancias tóxicas.

De 130 pozos monitoreados en los alrededores, se hallaron contaminantes en 16. El modelo técnico realizado permitió perfilar el alcance de la contaminación. La “pluma” de BTEX llegó a expandirse más allá de la ruta 7. El pico se descubrió en 2010. Desde entonces, aseguran, está en retroceso por la degradación natural de ese compuesto. Con el MTBE la situación es más complicada. Es una sustancia que se expande con el agua. Desde Irrigación no pueden dar garantías de que no siga ampliándose por la facilidad que tiene esa sustancia para viajar con el agua.

Los tiempos

Cuando las alertas salieron, hubo reacciones espasmódicas. Irrigación emitió una resolución ordenando a YPF que cese la contaminación y que en “15 días” soluciones el problema. La empresa petrolera compró fincas aledañas que estaban afectadas que aún hoy están bajo su control (unas 70 hectáreas ubicadas al norte de la ruta 7) y están en producción.

Pero pasaron más de 15 años y, con datos más precisos, se sabe que el problema era mucho más profundo y difícil de solucionar. “Hoy el tema está controlado, pero va a demandar años en terminar de sanearse el acuífero”, aseguran.

 

Fuente: ellitoral.com

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