El Caos: Las calamidades económicas y los comportamientos etológicos de la sociedad humana
Michel H. Thibaud*
Para muchos la palabra caos significa temor, peligro, destrucción o algunas calamidades más. Sin embargo una rama de la ciencia moderna ha descubierto que el caos (en contraposición a lo previsible u ordenado) es un nuevo sistema de “orden cósmico”, con reglas propias hasta hace poco desconocidas.
Para ser más claros, bajando al terreno de lo cotidiano, podemos decir que los sistemas en los cuales estamos acostumbrados a pensar y desenvolvernos responden a reglas previsibles, donde las variables infinitesimales tienden a cero. Por ello las desestimamos o no las tenemos en cuenta en nuestros cálculos.
Pero existen otra cierta cantidad de sistemas con características diferentes. ¿Por qué las hojas de los árboles no son todas iguales? ¿Bajo qué reglas adquieren su forma, que aunque similar, son distintas unas de otras? ¿A qué función responde la forma y fuerza de las olas del mar, las nubes, las tormentas, los rayos y los huracanes? ¿Por qué bajo circunstancias similares de presión, viento, temperatura, etc. una tormenta puede resultar inofensiva y benigna, y otra se torna violenta y catastrófica?, por enunciar sólo alguno de los ejemplos que nos brinda la Naturaleza.
Cuando los científicos intentaron capturar en computadoras las ecuaciones que hiciesen previsibles los pronósticos del tiempo cayeron en la cuenta que sus guarismos eran correctos, pero los resultados se alejaban de la realidad, sobre todo cuando la anticipación era de varios días. Así, luego de intensos estudios y ensayos comprendieron que enfrentaban un desafío inusual, ya que las reglas de comportamiento de la naturaleza eran intrínsecamente imprevisibles.
El meollo de la cuestión fue descubrir que las variables infinitesimales no tendían a cero como se pensaba, sino que adquirían comportamientos protagónicos ante combinaciones aleatorias. En determinadas circunstancias generaban una acción en un sentido, pero su misma combinación en otro orden, o con variaciones infinitesimales, desencadenaba hacia rumbos impensados.
En los grandes conjuntos sistémicos estas variables tienden a equilibrarse entre sí. Encuentran, por decirlo de alguna forma, una cierta contención, límites que permiten tender a un equilibrio final. Los huracanes terminan en la calma, los árboles son similares dentro de cada especie, las olas del mar podemos decir que mueren en la playa y así cualquiera de los componentes aislados de la naturaleza. Hasta ahora no se ha comprobado que la combinación de variables infinitesimales hayan generado fuerzas o líneas evolutivas que pudiesen quebrar el propio sistema que las contiene. En esta lógica es comprensible que la Naturaleza no se preocupe por cada uno de los individuos, o por una especie determinada.
Estas sintéticas reflexiones vienen al caso ya que las relaciones sociales de los seres humanos también responden a comportamientos caóticos, sobre todo en condiciones críticas. Somos parte de la Naturaleza y no podemos alejarnos de sus reglas, las cuales llevamos inscriptas indeleblemente en nuestros propios genes. Sin una demarcación definida cualquier sutileza desata fuerzas que llevan rápidamente al desmembramiento social, a la supervivencia del individuo y a la pérdida de la solidaridad.
La sociedad que protege y cobija al Homus economicus, puede dejarlo librado a su propia suerte, agrediéndolo sin proponérselo, y por consiguiente identificándose como un adversario. Frente a la incertidumbre, la amenaza, y la inseguridad, el grupo social genera un rápido alejamiento de la inteligente racionalidad. Somos parte de la Naturaleza donde afloran los comportamientos instintivos, propios de mamíferos gregarios que luchan por sobrevivir y preservar la especie.
Nuestra realidad actual pareciera responder a lo descripto, donde el desmanejo de los líderes generó incertidumbre, potenciando una reacción ciudadana que destronó a dos presidentes en quince días. Sólo la confianza puede restituir las condiciones básicas para que todo vuelva a funcionar. Sin embargo esta confianza no responde a fórmulas matemáticas, a cuestiones mágicas o a reglas racionales. Se construye sobre el acatamiento de variables infinitesimales, casi ninguna cuantificable, pero no por ello menos importantes: previsibilidad, seguridad, solidaridad, idoneidad, respeto, reconocimiento, etc., las cuales actualmente brillan por su ausencia.
Quienes cuentan circunstancialmente con el poder debieran comprender los conceptos enunciados y humildemente aprender de las reacciones etológicas de la especie humana. Las manadas de mamíferos responden incondicionalmente a las indicaciones de sus líderes, quienes se han ganado según las reglas de la selección natural de cada especie el reconocimiento de sus congéneres.
Nuestros líderes debieran conocer a fondo el panorama que enfrentan, ser asistidos por personas idóneas y prestigiosas, y guiar a la sociedad por caminos conducentes al bienestar de todos. Si confundidos avanzan sobre caprichos políticos llevarán a la sociedad hacia consecuencias impensadas, cobrando importancia cada uno de los detalles las variables infinitesimales, en una perspectiva donde “el árbol no dejará ver el bosque”. Cada integrante de la sociedad abandonará paulatinamente la conducta social, siendo arrastrado por su instinto natural en la búsqueda de la supervivencia
Sin embargo, las mismas variables pueden jugar a favor. Pero para ello es indispensable reconstituir la confianza a través de líderes idóneos, que hayan sabido ganar su lugar. Así, como en las manadas de mamíferos, rápidamente se restablecerán las conductas sociales en respuesta al dictado de la herencia genética como Homus economicus .
* Michel H. Thibaud – Director de Ecopuerto.com
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