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Punto de encuentro entre las Empresas, el Medio Ambiente y la Sustentabilidad

Apuesta a la Selva

Por Aníbal Parera

”No veo las horas de volver…ya no puedo vivir sin misiones”

Frase de Horacio Quiroga en carta a su amigo Isidoro Escalera

Selva de verdad, lluviosa, tan húmeda como el interior de un invernadero, verde por todas partes. Y aunque a primera vista todo parezca igual, porque el verde parece el mismo, todo es distinto. Dos plantas son muy parecidas, hasta que muestran su flor, entonces, una no tiene nada que ver con la otra.

Un cactus cae del cielo como una liana (lo es, un cactus-liana). Es el reino de la diversidad biológica, más de cuatrocientas especies vegetales distintas en una misma manzana (una hectárea), más de dos mil en total (muchas que ni se conocen aún).
Rojos, azules, anaranjados, overos, abigarrados, marmolados, colores y texturas que como destellos aparecen fugazmente en el plumaje de un ave, la piel de una rana, las escamas de un lagarto o el pelo de un gato, que hace malabares entre las copas.

Hay una mala noticia y otra buena: la primera, todo esto se está perdiendo rápidamente. La segunda, Misiones todavía tiene bastante, y está a tiempo de preservarlo. “Si comparamos la situación de Misiones, en la Argentina, con el entorno de Paraguay y Brasil, países con los que compartimos esta ecorregión denominada Selva Paranaense o Bosque Atlántico del Alto Paraná, sorprende que la Argentina posee el mayor remanente de selva“, explica Guillermo Placci, el coordinador del programa Selva Paranaense de la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA). Una herramienta fundamental en la oficina de Placci, en Puerto Iguazú, son las imágenes de satélite: sobre ellas puede leerse donde está la selva y donde no, un panorama que cambia año a año, mes a mes, y día a día. “No se puede conservar la selva sin tener en cuenta su disposición en el paisaje: pequeñas porciones aisladas no permiten mantener la biodiversidad y las funciones del ecosistema“, continúa Placci, señalando sobre la imagen una perdigonada de manchitas verdes. “Estamos tratando, junto a las organizaciones y los gobiernos de Brasil y Paraguay, de preservar una diagonal de bosque relativamente continuo entre los tres países“, concluye refiriéndose al Proyecto Trinacional de conservación de la Selva Paranaense, que cuenta con el apoyo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

Pero conservar la selva no es sólo una cuestión de vida silvestre, sino de calidad de vida para la gente. Si las aguas del Iguazú y el Paraná bajan turbias, es porque la lluvia lava los suelos en ausencia de selva que la contenga. Entonces se pierde fertilidad, la gente se queda sin cosechas, el sedimento atasca las represas (las que también son responsables de alteraciones ambientales) y sobrevienen inundaciones. Con suelos deteriorados, se fomenta el nomadismo, el desarraigo, la marginación y la pobreza. Un círculo vicioso en el que todos pierden, el hombre y la naturaleza.

Las soluciones deben construirse con la participación de todos los sectores” -reflexiona Javier Corcuera, director de la FVSA – “por eso nuestra oficina regional otorgó, con el apoyo del WWF, una serie de subsidios a iniciativas de investigación y desarrollo practico de proyectos para contribuir a preservar la selva y mejorar la calidad de vida de sus habitantes”.

Savia de gigantes

La experiencia dio como resultado la identificación de treinta y un ejemplares “gigantes”, correspondientes a diecisiete especies y ocho diferentes familias. En cada árbol se tomaron medidas y fotografías, para confeccionar una ficha individual.Uno de estos proyectos fue conducido por la facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones, con sede en Eldorado. “Nuestra misión fue detectar ejemplares arbóreos de gran porte en distintas partes de la provincia” -explica la ingeniera forestal Beatriz Eibl- “Para encontrarlos nos basamos principalmente en el conocimiento de la población, que nos indicó algunos de los recónditos parajes donde se hallaban“. Estos verdaderos sobrevivientes son bien conocidos por los pobladores locales y tienen gran valor científico y educativo. “Se supone que llegaron al tamaño que llegaron porque son árboles genéticamente bien constituidos, por lo que sus semillas podrían brindar excelentes hijos“, continúa Eibl.

Oscar Cristín es intendente de Colonia Caraguatay, y supo reconocer la importancia del enorme timbó colorado que se encuentra en el refugio de vida silvestre “Timbó Gigante”: “Hemos invitado a las escuelas a acercarse al timbó, al que le construimos una protección sobre sus raíces para no dañarlas. Parece mentira, los niños concientizan luego a sus padres“.

Palmitos sin culpa

Para la gente más consciente de la problemática ambiental, servir una fresca ensalada con palmitos parece haberse convertido en algo pecaminoso. No es para menos, esta palmera de la selva misionera (Euterpe edulis para los botánicos), muere al ser cortada y su cogollo sólo produce el equivalente a una lata. Su explotación fue encarnizada y dio lugar a tráfico ilegal, falsificación de documentos de habilitación para el corte, tiroteos entre guardaparques y contrabandistas. La palabra “palmitero” llegó a considerarse casi un sinónimo de “bandolero”. Pero el palmito, está allí, en el sotobosque de la selva, formando comunidades bien definidas en el norte de la provincia, con un ritmo de crecimiento dado, una densidad que en cada tipo de ambiente resulta diferente de acuerdo al suelo, la luz, la presencia de predadores (en particular el “picudo” de la palma, Rhynchophorus palmarum). “Basta conocer ajustadamente estos parámetros para establecer una modalidad de aprovechamiento que no comprometa la supervivencia de la especie, y que -en cambio- ayude a la gente a contar con un recurso válido que la selva ofrece“, comenta la bióloga argentina Sandra Chediack desde México, donde está a punto de convertirse en “doctora” de la Universidad Nacional estudiando estos asuntos gracias al subsidio que la FVSA le otorgó. Sus resultados permitirán fundar las bases de un modelo de aprovechamiento sostenible, que permita a los palmitos volver a la mesa, sin culpa.

Buscando alternativas

Otto Waidelich es colono de la zona de Andresito, bien conocido entre sus vecinos por sus ideas innovadoras y tenacidad sin límites. Crió ovejas en sus plantaciones de yerba mate para que, con sus dientes, reemplazaran a los agroquímicos en la lucha contra las malezas. “De paso nos comíamos un cordero de vez en cuando“. Con su idea llegó bastante lejos: publicó artículos en revistas de agro-forestería y convenció a varios de sus coterráneos. Luego empezaron a aparecer nuevas ideas “¿y si criamos carpinchos en lugar de ovejas?, ¿y porqué no pacas? el monte ofrece muchas alternativas que debemos aprender aaprovechar“, enfatiza.

Waidelich armó una aripuca gigante en Puerto Iguazú -los guaraníes llaman “aripuca” a una trampa hecha con palitos, para cazar aves vivas, pero la de Otto está hecha con troncos enteros-, con la que intenta llamar la atención de los turistas que visitan las cataratas, para promocionar los diversos productos artesanales que salen de las chacras de colonia Andresito. La intención es que, más tarde los turistas se animen a llegar hasta las chacras, para descubrir la vida de los colonos.

Pero Otto y los colonos de Andresito son la punta del iceberg en materia de alternativas de producción de la gente que vive en contacto con el monte. Por eso la FVSA otorgó a la Red de Agricultura Orgánica de Misiones (RAOM) un subsidio para realizar un relevamiento de alternativas de producción en la provincia, con énfasis en aquellas que armonicen con el medio ambiente, incluido el hombre “No te das una idea de la cantidad de pequeños emprendimientos familiares que esconden los habitantes de Misiones -me explicó la ingeniera agrónomo Claudia Noseda, perteneciente a la RAOM- “Si la selva es diversa, más aún parece serlo su gente, y las ideas que emplean para subsistir“. Aunque el proyecto recién comienza, ya se han encontrado situaciones de lo más variadas “Hasta dimos con gente que, en pleno Misiones cría chinchillas en el galpón“. Claro que no todas las propuestas resultan ambientalmente saludables, pero como bien dice Claudia “En la diversidad puede estar la clave del éxito“.

Reparando la selva

¿Qué ocurre cuando la selva cae por acción del hombre?. ¿Cómo se recupera a partir de una chacra en desuso?. ¿Cómo es, y cuánto demora, la sucesión ecológica que determina que un terreno deforestado se convierta en una capuera (monte de especies colonizadoras, sin la estructura de una selva), y esta nuevamente en un bosque maduro?. “Entender estos procesos es fundamental para desarrollar una estrategia de conservación en todos los niveles de gestión“, comenta Silvia Holz, bióloga de la Universidad de Mar del Plata radicada en Eldorado a partir de su proyecto para evaluar la recuperación de la selva misionera. “Con información sobre las especies vegetales que intervienen en el proceso, no sólo conoceremos la clave para recuperar sectores deforestados: también aprenderemos s cómo conducir árboles maderables y recuperar la estructura en bosques degradados“. Holz encuentra respuestas a sus preguntas en parcelas de seguimiento continuo de la vegetación, donde mide la relación entre las distintas especies que intervienen en la recuperación del bosque.

Un interesante derivado de su actividad consiste en el ensayo de recuperación del bosque mediante prácticas de manejo especialmente diseñadas. “Con un poco de ayuda, podemos lograr que la selva se recupere más rápido“, explica Guillermo Placci quién dirige el proyecto desarrollo en los refugios de vida silvestre Yacutinga y  el Yaguareté, donde sectores de selva desmontados hace unos años ofrecen el escenario de trabajo ideal.

Conectar las selvas del aullador rojo

El mono aullador rojo (Alouatta guariba) es un habitante de las copas de la selva misionera  con muy pocos registros en las últimas décadas. Incluso llegó a sospecharse su extinción hace algunos años. “Afortunadamente volvimos a encontrarlo en varias oportunidades” -afirma el Dr. Mario Di Bitetti, recientemente incorporado a la oficina regional de la FVSA en Iguazú- “creo que se mantienen en la vertiente del río Uruguay, mientras que su pariente el carayá negro, vive al otro lado de las sierras de Misiones, en la cuenca del Paraná, aunque para sostener esta idea es necesario hacer un relevamiento más preciso de sus poblaciones“. La zona de mayor registro de apariciones de esta rara especie, entre el parque provincial El Piñalito y San Pedro, es justamente uno de los sitios clave donde debería conseguirse la conexión de la selva, ya que la colonización que acompaña el trazado de la ruta 14 separó los dos grandes macizos forestales nativos de Misiones.

El proyecto que Di Bitetti coordina involucra a las biólogas Celia Baldovino, Viviana Benesovsky y Mariel Bazzalo. “Intentamos analizar la situación de esta zona con la ayuda de imágenes de satélite -explica Baldovino-, ” lote por lote vemos la posibilidad de que las dos grandes áreas no pierdan definitivamente su conexión“. Esto involucra al aullador rojo de manera muy especial, pues los árboles son como el aire para las aves, pero no es la única especie que se beneficiaría con los resultados de este proyecto. En mayor o menor medida todos los organismos de la selva necesitan de la conexión que alimente el activo flujo genético a través de las grandes unidades de conservación.

Copyright Revista Vida Silvestre de Enero-Marzo 2002. Reproducida por convenio especial con Ecopuerto.com. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización expresa del editor.

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