Contaminación Acústica… una amenaza a la tranquilidad y a la salud del ciudadano
Autor: Blgo. César López Juscamaita
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El permanente impacto negativo que afecta a la sociedad en general lo vivimos a diario; este problema, muy bien conocido, principalmente por las personas que residen en los núcleos urbanos de las ciudades, es el de la Contaminación Acústica.
Observando, a vuelo de ave, las calles de nuestro país, encontramos que muchos hospitales, centros de atención médica, asilos de ancianos, centros educativos e instituciones laborales públicas y privadas, están rodeadas por calles y avenidas altamente tuburizadas y congestionadas por vehículos motorizados, actividades económicas y obras públicas que presentan elevados índices de contaminación sonora. Los enfermos y ancianos son los que más sufren con las bocinas de los vehículos; los estudiantes no se concentran en sus labores académicas y muchos trabajadores sufren de estrés y alteraciones psíquicas.
Existen reglas de tránsito que norman niveles permisibles máximos de decibeles (db) que se puedan emitir, pero nadie hace caso ni las hace cumplir, más aún, no existen señales que prohiban el uso de claxon y emisión de ruidos elevados en lugares sensibles y de restricción. A esto se suman las competencias y el marketing comercial a través de sonidos excesivos emitidos por altavoces y otros equipos sofisticados. Es curioso, también, que en épocas electorales los propios candidatos políticos auspician su propaganda sin tener en cuenta la tranquilidad ciudadana, recorriendo las calles y movilizándose en vehículos, sobre todo en horas punta, invadiendo de publicidad sonora que perturban la normal actividad del hombre, la utilización de parlantes fijos en casas e instituciones forman parte también de esta actividad política; realmente todo un caos acústico.
Se ha convertido en una actividad “normal” a tener que soportar, porque ya nadie hace caso a las denuncias, las grandes y constantes actividades públicas generalmente de fin de semana, como son las polladas, parrilladas y demás bulladas que se realizan en cualquier domicilio ignorando el derecho de tranquilidad de los vecinos, las fiestas “chicha”, tecnocumbias” y discotecas que han iniciado un calvario sonoro durante las noches. ¿Y las multas, el municipio y demás autoridades?. Bien, gracias. Conceden los pases y permisos ¿por qué?, porque pagan su impuesto, entonces, solo basta pagar y a Dios gracias, iniciar una gran bulla, ruido y sonido porque contribuyeron económicamente al estado, y la paz de la persona, dónde está?.
Contando con un sonómetro que mida los decibeles acústicos en estos lugares, superarían los 50 decibeles máximos permisibles que se estipulan, pero … ¿quién hace caso?.
El estrés, la psicosis, las alteraciones nerviosas y emocionales y la impotencia son, entre otras, los principales efectos de la contaminación acústica, convirtiéndose así en un latente y constante peligro que atenta contra la salud fisiológica y psíquica de la persona. Como profesionales y ciudadanos nos compete a todos exigir que se pare este creciente problema sonoro, pues, los seres humanos, como también los animales y las plantas perciben estos acústicos y son sensibles cuando superan los límites normales de percepción, por lo tanto se produce un desequilibrio fisiológico y ecológico en general; asimismo, se debe exhortar a los municipios y autoridades de turno, local, regional y nacional, tener en cuenta estas inquietudes poblacionales y considerarlas en sus Planes Estratégicos de Desarrollo Sostenible y de gobierno.
Por que tenemos derecho a la tranquilidad y a la salud, es nuestro deber difundir una educación acústica ciudadana, evitando así sus repercusiones directas e indirectas sobre el hombre y el medio ambiente.
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