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De Gusanos Tubícolas y Científicos

Por Julio Rafael CONTRERAS(*)

En el número 218 de la revista Mundo Científico (versión española de La Recherche, diciembre 2000) aparece un corto comentario intitulado:”¿Se comportan los investigadores como los gusanos tubo?”. El mismo se refiere en particular a los biólogos y destaca la soledad y parcialización de sus campos de especialización tal como suelen encararse mayoritariamente. Si ese panorama se percibe en Europa -al menos en España y en Francia-, donde la densidad de investigadores en biología es notablemente más alta, ¿qué podría decirse acerca de lo que sucede entre nosotros en campos similares?.

El aislamiento -insularidad como lo hemosdesignado en otros comentarios- significa restricción comunicativay conceptual y se da en forma creciente en el menguado y vapuleado medio científico rioplatense. Si consideramos cuáles el factor causal preponderante de esa situación podemos considerar uno extrínseco: el medio en el que el científicoactúa, y otro intrínseco, como la mentalidad modalmente predominante entre los biólogos. Aunque resulta indudable que existe una interacción retro alimentada entre ambosfactores, es evidente que la mayor responsabilidad corresponde a la actitud canónicamente asumida por los biólogos.

En el artículo que comentamos se refieren declaraciones del geofísico Roel Smieder publicadas en la revista Nature, en las que lamenta “la extinción casi total” del Homo univesalis, es decir del científico poseedor de una cosmovisión amplia y de una cultura general extensa.

La razón constitutiva básica de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara es justamente generar las condiciones para el ascenso cultural, conceptual y participativo de los científicos rioplatenses,en particular de los biólogos. Por eso, en comentarios previos hemos mencionado la “Tercera Cultura”, concibiendo como tal la que surgiera del diálogo efectivo interdisciplinario y con otros sectores de la cultura superior (si es que todavía resulta admisible este último concepto en la era del populismo, del facilismo y de la demagogia).

El filósofo de la ciencia vienés Karl Popper (Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista, 1972) distinguió tres mundos o universos: el de los objetos o estados físicos (que es el substrato de la percepción); el de los estados mentales o de conciencia y también el “de las disposiciones comportamentales a la acción” (Isidoro Reguera: El tercer mundo popperiano, 1995); yel que denomina tercer mundo, “el de los contenidos de pensamiento objetivos, especialmente de los pensamientos científicos y poéticos y de las obras de arte” (Popper, 1972, op. cit.).

El prerequisito para el acceso a ese “tercer mundo” es la comunicación y el enriquecimiento conceptual y se corresponde con la concepción que Mario Bunge (Las ciencias sociales en discusión, 1999) denomina sistemismo, comprendiendo aportes integrados de cuatro subsistemas principales: el biológico, el económico, el político yel cultural; campos en los cuales nadie que pretenda ejercer la investigación biológica con real solvencia puede ser lego ni totalmente unilateral en su enfoque.

En tanto el científico renuncie o sea renuente a ampliar su visión cultural y acceder a un plano de comprensión más universal y profunda, continuará el proceso devaluador que caracterizó muy bien Bunge ensu mencionada obra: “La ciencia, que disfrutó de un enorme prestigios durante los dos siglos transcurridos entre la Revolución Industrial y alrededor de 1970, ha pasado a ser el blanco de ataques desde la izquierda, la derecha, y desde adentro y afuera del mundo académico. No sólo el popular movimiento contracultural sino también una serie de academias proclaman hoy una multitud de quejas contra ella. Por ejemplo, se afirma que la ciencia ignora la experiencia subjetiva y no procura el entendimiento, que es reduccionista y positivista; que es androcéntrica y antiambientalista; y que los científicos están obsesionados con obtener poder o son meras herramientas de los poderes establecidos…”.

La principal consecuencia del aislamiento (=reducción a gusano tubícola, en nuestro caso) es la falta de diálogo o su reducción a un mínimo y exclusivamente a los fines de la supervivencia. Esto lleva al científico a encerrase en una labor reduccionista, segmentaria, carente de proyección y minimizada en su contribución social y teórica. Sin diálogo interdisciplinario se cultiva el analfabetismo epistemológico, como irónicamentedesignara P. K. Feyerabend a la carencia de conciencia crítica del método (por más que él predicara el anarquismo metodológico).

En la Argentina se da la situación paradojal de que al tiempo que la comunidad científica se reduce, se aisla y enmudece para el diálogo interdisciplinario-y en particular para el filosófico- crece la legión de quienes desde el campo extra-científico estudian, discuten y escriben acerca de la ciencia, la epistemología, la “postciencia”, la sociología de la ciencia, etc… haciéndolo muchasveces en el vacío, al amparo de la ideología o manejando un sociologismo simplista que no debiera pasar de ejercicio académico,pero que redunda negativamente sobre la docencia en los campos fácticos de la ciencia.

Es necesario modificar esa situación. Tan sólo cuando en una Nación el filósofo es contemporáneo de la ciencia de su tiempo su concepción puede llenar -a través del diálogo sostenido y fecundo con el científico- los requisitos que Gastón Bachelard consideraba necesarios para que la ciencia “…sea realmente un acontecimiento histórico y desarrolle su ineluctable carácter social”. Sólo así dejaremos de vegetar en lo que Bruno Latour (Ciencia en acción, 1992) denomina un “insípido y plácido término medio”.

El artículo comentado de Mundo Científico dice: “¿La comunidad de científicos puede ser comparada a una población de gusanos tubo?, escribeel geofísico Roel Smieder en Nature al deplorarla extinción casi total del Homo universalis. Estos animales viven en colonias en el fondo oceánico, allídonde las fuentes hidrotermales liberan nutrientes. Los gusanos tubo están altamente especializados. Sólo sobrevivenal extraer nutrientes cerca de esas fuentes. No pueden desplazarse hacia otras zonas, lo que impide los intercambios entre colonias”.

Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”

(*) Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” – CONICET.

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