¿Hasta qué punto se le podrá exigir a los ecosistemas que nos soporten a los humanos?
por José Alejandro Cambareri (*)
El proyecto Evaluación de Ecosistemas del Milenio, presentado en la Cumbre de Johannesburgo, marca un rumbo en estudios sobre los recursos naturales que podría responder a una vieja y básica demanda: realizar una Valoración Contable de los trabajos realizados por la Naturaleza; quizás el primer paso necesario para alcanzar un verdadero Desarrollo Sustentable.
Verdad de Perogrullo si las hay, sería decir que a lo largo de la historia la humanidad ha expandido sin límite la demanda de bienes y servicios provista por la Naturaleza, bajo la idea de una explotación que no considera los costos que se pagan en términos de pérdida de biodiversidad o contaminación.
Por si queda alguna duda, cifras que todos hemos visto ya mil veces, resultan demostrativas de una herida que cada vez está mas lejos de sanar:
Desde 1980, la economía global ha crecido en un 300% y la población en un 30%, lo que constituye una enorme presión sobre los recursos naturales en un muy corto lapso de tiempo; el 50% de los humedales se han perdido en los últimos 100 años; la explotación maderera y la conversión de tierras para agricultura han achicado los bosques a la mitad de su tamaño original (la tala de los bosques tropicales llegará próximamente a los 130.000 km2 / año); el 70% de las mayores pesquerías mundiales se explotan en los limites de la tasa de reproducción; el cultivo intensivo ha afectado el 60% de las tierras agrícolas en los últimos cincuenta años; los diques y los canales de diversificación fragmentan hoy casi el 60% de los ríos más grandes del mundo. (1)
Lo curioso – también trágico – es que llegar a estos niveles de compromiso no ha ocurrido de la noche a la mañana. Desde hace más de cuatro décadas que la Tierra nos está enviando señales de SOS en cada alteración verificada.
¿ Que respuesta desde la Comunidad de Naciones hemos dado a estas alarmas prendidas a lo largo del planeta? Para responderlo, mejor en palabras del destacado jurista francés Martine Rèmond-Gouilloud: “Redactando declaraciones de principios, cartas de intención, solemnes proclamas…. Bien construidos, llenos de cláusulas grandilocuentes, los tratados sólo tienen un problema: su fuerza es nula. Por falta de mecanismos adecuados que aseguren su aplicación, su rol no sale de una esfera meramente filosófica. Si estos textos suscitan gran consenso entre los Estados es porque los políticos saben que, en realidad, no se están comprometiendo a nada”. (2)
Corre la voz que, mas allá del reconocimiento que se hace por el esfuerzo de fomentar una agenda que trata el cuidado del Ambiente, los proyectos acordados bajo la tutela de Naciones Unidas quedan la mayoría de las veces durmiendo el injusto sueño de los justos.
Cada año, cientos de informes sobre el estado de los ecosistemas terminan convirtiéndose en simples Crónica del Deterioro, y dejan en claro que el ambientalismo no sólo está lejos de convertirse en la filosofía que marque el paso de nuestras acciones sobre el Patrimonio Natural, sino también de que carecemos de los conocimientos y las herramientas (también de la voluntad) para implementar a mediano plazo el nombrado y re-nombrado Desarrollo Sustentable.
Pese a la loable intención por debatir la temática, La Cumbre de Sudáfrica pasó casi inadvertida. Comparada con Río 92, su repercusión resultó a todas luces mínima. Dejó eso sí, una curiosa impronta: pareciera ser que el eje de la discusión se ha desplazado de cómo proteger el Medio Ambiente dentro de un esquema de desarrollo, a encontrar primero quien está titulado para ejercer su explotación.
Sin embargo, no se puede dejar de señalar algunos destacables esfuerzos que se han realizado a través de estos años, tal el caso de la Evaluación de Ecosistemas del Milenio, conocido con las siglas “MA” por su nombre en ingles Millennium Assessment.
¿El primer Balance Contable para determinar y mantener el stock de la Naturaleza?
Desde la publicación del celebre informe “Nuestro Futuro Común” (3), economistas de distintas corrientes han manifestado la acertada idea de introducir el elemento ambiental en el Sistema de Cuentas Nacionales (SCN), esto es, reconocer como Bienes de Capital a las existencias de recursos naturales en un país.
Allan Kneese – economista de la escuela neo-clásica y principal organizador de la Conferencia de Founex – Suiza, en 1971, precursora de Estocolmo 1972 – señalaba que bienes considerados antes como “gratuitos” (agua, aire y sistemas ecológicos) se les debía reconocer un cierto valor económico. Kneese, proponía no sólo la creación de fondos destinados a combatir la contaminación; probablemente fue el primero en criticar que dentro de la determinación del PBI no se midiera la destrucción ni el desaprovechamiento del patrimonio natural.
Si hacemos incluso un poco de arqueología, Keneth Boulding planteaba ya en 1949 algunos principios – que luego hacen suyos el Club de Roma – referidos a la posibilidad de llegar al limite de los recursos si no se modificaba la concepción de una economía expansiva, por otra que considerara que vivimos en un sistema cerrado cuya conservación debía ser su principal objeto.
A pesar de haber transcurrido un tiempo donde se podría haber realizado una seria consideración de esta teoría, actualmente en el SCN tanto los recursos como los procesos naturales son considerados sin valor económico. Sólo se otorga a aquellos controlados por el hombre – capitales, materiales, energía y mano de obra – la capacidad de formar parte de los costos de producción (4).
De este modo, y por cuanto el SCN sólo está compuesto de aquellas variables que se vinculan con operaciones de mercado, la exclusión de Bienes de Capital Natural origina una anomalía en el PBI, al no reflejarse en éste los recursos que contribuyen a la riqueza nacional como tampoco al agotamiento que la disminuye.
Pero el problema es más complejo. Una plantación de árboles puede producir madera o pulpa para la industria en forma eficiente, pero es pobre – si se la compara con un bosque natural – en términos de biodiversidad, oferta de hábitat y belleza de paisaje. Este es sólo un ejemplo de cómo la intervención humana en el manejo de la Naturaleza ha inducido al aprovechamiento de un ecosistema a expensas de otro.
El concepto de extraer recursos naturales sin considerar las consecuencias que ello produce en otro entorno, ha contribuido con el deterioro en el que muchos de ellos se encuentran. Es posible que la humanidad esté sacrificando bienes y servicios más valiosos que los que obtiene en una explotación determinada, debido a que son – por lo general – aquellos a los que el mercado no les ha asignado ningún valor: biodiversidad, control de las inundaciones, capacidad de depuración del agua, conservación de los ciclos biogeoquímicos vitales, etc.
Bajo este concepto, el MA ha recogido el guante del gran desafío que tiene por delante la humanidad: implementar un modelo de manejo integrado de ecosistemas que adopte un enfoque global de los mismos, integrando valoraciones biológicas y económicas.
La propuesta apunta a que las decisiones sobre el uso de un recurso se realicen considerando las afectaciones que su explotación produce en el funcionamiento de la totalidad del ecosistema que el recurso integra, en función de mantener la provisión necesaria para el funcionamiento de las sociedades humanas.
Para llevarlo a cabo, el MA promete brindar una herramienta de decisión básica para la formulación de políticas de desarrollo, como es el análisis y compendio de la mejor información disponible a nivel global. De lo último se desprende que el proyecto enfocará la capacidad que los ecosistemas tienen para sustentar la diversidad biológica, pero fundamentalmente la de proveer materiales y servicios para los humanos, es decir, que considerará explícitamente los atributos sociales y económicos del ecosistema observado.
Administración del Proyecto
Si bien el MA no ha cumplido la mayoría de edad, lleva ya algunos años (desde 1998) gestándose en el corazón de dos agencias de Naciones Unidas – PNUD y PNUMA – y de sus dos asociados, World Bank y World Resources Institute.
Siguiendo el mismo modelo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), alrededor de 1.000 científicos sociales y naturales de primera línea de todo el mundo, más un número mayor de revisores, evaluarán la condición actual de los ecosistemas y sus contribuciones a la economía, escenarios de posibles cambios futuros, y las respuestas que deberían darse en pos de mejorar la contribución de éstos al bienestar de la población.
Para la provisión de información satelital cuenta con el apoyo de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de EEUU (NASA), el Centre National d´Etudes Spatiales (agencia espacial francesa), la Agenzia Spaciale Italiana, el Swedish Space Board, y el Servicio Federal de Asuntos Científicos de Bélgica.
Entre los organismos que financian este proyecto, se encuentran entre otros y en distintas fases, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, UN Foundation, Banco Mundial, David Rockefeller Foundation, PNUD, PNUMA, FAO, Gobierno de Noruega y Suecia (este ultimo a través del Organismo Sueco de Cooperación para el Desarrollo Internacional, Wallace Global Found, etc.
Asimismo, por cuanto el proyecto recopila básicamente información existente, el MA hace periódicos llamados a la comunidad científica internacional para ocupar distintos cargos que éste puede ofrecer a lo largo de todo el proceso.
El MA inició sus actividades en Abril del 2001 con el diseño de la metodología para evaluaciones globales y sub-globales, y los resultados finales serán publicados hacia principios de 2005. Hasta esa fecha, el MA analizará y organizará gran cantidad de datos de alta calidad y los comunicará a través de numerosos informes técnicos.
La información generada está destinada a cumplir tanto con requerimientos del Convenio de Diversidad Biológica (CDB), la Convención para Combatir la Desertificación (CCD), la Convención de Protección de Humedales (Ramsar) y cualquier otra convención internacional relacionada con el estudio de los ecosistemas; como también de ministerios y departamentos nacionales involucrados en la planificación ambiental y el desarrollo sustentable, ONG´s y sociedad civil en general.
Conclusión
Sin dudas el MA es un proceso bastante ambicioso. Y demasiado antropocéntrico también. A esta crítica, los encargados del proyecto responden diciendo que la idea de enfocar a los recursos naturales como proveedores de bienes y servicios para la humanidad se fundamenta en tres razones: es la manera más útil para examinar el uso sostenible de la diversidad biológica; vincula directamente los resultados de la evaluación con las necesidades de desarrollo de los países; los encargados de formular políticas estarán mas dispuestos a considerar las recomendaciones de conservar y utilizar de manera sostenible la diversidad biológica, cuando éstas se presenten en términos de valores para el desarrollo de sus economías.
Eugene Odum, concluye su fundamental libro “Ecología” (5) con una afirmación categórica “La humanidad puede hacer casi cualquier cosa si se lo propone, siempre y cuando no quebrante las Leyes Naturales”.
Quizás el Millennium Assessment sea quien nos comunique en el 2005 que la humanidad – por cantidad o intensidad – no puede sabotear a la Naturaleza expandiendo sin limites las demandas de su propia supervivencia, norma básica que le rige a cualquier otra especie.
Jose Alejandro Cambareri, Analista en Medio Ambiente
N del A
Información completa sobre el proyecto se puede encontrar en el sitio web www.millenniumassessment.org
Referencias
(1) World Resources Institute, “ World Resources 2000-2001”, Washington, 2002.
(2) REMOND-GOUILLOUD, M. “El Derecho a Destruir”, Losada, Buenos Aires, 1994
(3) BRUNDLANDT, G. “Nuestro Futuro Común”. WCED, 1987
(4) STAHMEN, C y VAN TONGEREN, J. “Integrated environmental and economic accounting, farmework for a SNA satellite system”. Review of Income and Health, 1991
(5) ODUM, E. “Ecology: the link between the natural and the social sciences”. Continental, Mexico, 1978
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