Ecología y Libre Comercio
Dar cabida al aumento poblacional y a un mayor bienestar material sin dañar el medio ambiente es uno de los mayores desafíos del siglo XXI
Por Mike Moore*
El debate sobre la necesidad de proteger el medio ambiente es uno de los más cruciales de nuestro tiempo. Cada día es más evidente la necesidad de unir esfuerzos para evitar que nuestro frágil planeta siga sufriendo los embates que ha padecido en el último siglo. Uno de los mayores desafíos del siglo XXI es cómo da cabida al aumento de población y aun mayor bienestar material sin poner en peligro el equilibrio ecológico y la calidad del medio ambiente.
En la Organización Mundial del Comercio no somos ajenos a esta preocupación, al revés de lo que muchos de nuestros críticos aseguran. En el preámbulo del Acuerdo de Marrakech, de abril de 1994, por el que se estableció la OMC, ya se hace referencia a la importancia de trabajar a favor de un desarrollo sostenible. En él se dice que los miembros de la OMC reconocen que sus relaciones comerciales y económicas deben tender a elevar el nivel de vida de la población con el aumento del empleo, los ingresos y el bienestar material, permitiendo al mismo tiempo la utilización óptima de los recursos mundiales de conformidad con el objetivo de un desarrollo sostenible y procurando proteger y preservar el medio ambiente.
Esta premisa es considerada tan importante por esta organización y por los 140 miembros que la componen que figura de forma destacada y prioritaria en todos los acuerdos técnicos que constituyen la base legal con que se rigen los intercambios comerciales internacionales. Allí se destaca que la protección de la vida y la salud de las personas, de los animales, de las plantas y del medio ambiente constituye un objetivo legítimo y, por lo tanto, es un objetivo amparado por la OMC.
Pero la OMC no es un organismo específicamente dedicado a la protección del medio ambiente. Nuestro mandato consiste en promover un sistema comercial más abierto, equitativo y sin discriminaciones que favorezca los intercambios, el crecimiento y la distribución de la riqueza. En realidad, siempre ha pensado que el peor enemigo del medio ambiente es la pobreza. Cuando un país tiene un nivel de vida mínimo, el incentivo para preocuparse de la naturaleza es muy bajo. Hay una relación directa entre ingresos nacionales y fondos destinados a la protección ambiental. Mientras que los países desarrollados están sometidos a presiones crecientes de los grupos medioambientales para superar lo que ellos califican de “incompatibilidades” entre las políticas comerciales y las ambientales, los países en desarrollo temen que estas preocupaciones se aborden a expensa del comercio internacional. Y también que se imponga una nueva condicionalidad “verde” vinculada al acceso a los mercados.
Ya que la no discriminación es la piedra angular del sistema multilateral del comercio, uno de los objetivos básicos de la OMC es vigilar que, cuando se adopten políticas nacionales de protección del medio ambiente, no se discrimine entre productos importados y otros similares producidos en el propio país, y que no se instituya una especie de “proteccionismo verde” en detrimento del desarrollo de los países menos avanzados.
Hoy, las naciones más ricas del mundo gastan más de U$S 300.000 millones al año en subsidios agrícolas y U$S 54.000 millones en pesca. Gran parte de este apoyo no sólo distorsiona el comercio, sino que también daña el medio ambiente.
El debate se intensificará, porque la OMC, como foro de negociación universal, es algo más que un organismo que promueve la apertura de mercados. También es esfuerza en conseguir un desarrollo sostenible para el que todos deben contribuir, tanto las naciones desarrolladas como las menos avanzadas.
* Director General de la Organización Mundial del Comercio
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