Perspectivas para la Argentina
Por Osvaldo F. Canziani, de la Fundación Ecológica Universal (FEU)
El concepto de sustentabilidad emerge de la idea de sustentar que, de acuerdo con la Real Academia, significa tanto “proveer a uno el alimento necesario” como “conservar una cosa en su ser o estado”. Las dos acepciones tienen lugar en el Informe de la CNUMAD de 1987, entre cuyas conclusiones se encuentran las raíces de las diversas cuestiones humanas y ambientales críticas con las que se enfrenta la humanidad.
A partir de mediados del siglo pasado, esas cuestiones han venido configurando las piezas de un complicado rompecabezas de múltiples soluciones posibles, que la sociedad debe comprender y armar de manera racional, para encontrar las nuevas trayectorias de un desarrollo social y económico, con sustentabilidad y equidad. Esto ultimo significa: sin sobreconsumismo ni pobreza extrema.
Va de suyo que este polimorfo rompecabezas, una vez bien armado, proveerá los escenarios posibles para el progreso gradual y ordenado de la comunidad mundial que, dentro de las características ambientales, culturales y étnicas propias, debe resolver el problema del violento aumento de la población mundial registrado en los últimos cincuenta años, que apareja graves problemas, como el aumento continuo de la pobreza, la pérdida de otras especies y el deterioro ambiental generalizado, con serias implicaciones globales.
Algunos valores presentados en la publicación Protecting our Planet, Securing our Future (1), muestran algunos aspectos de la situación en 1998:
• 1.300 millones de personas viven con menos de 1 dólar diario,
• 3.000 millones lo hacen con menos de 2 dólares diarios,
• 1.300 millones carecen de agua potable
• 2.000 millones no disponen de servicios sanitarios, y
• 2.000 millones carecen de energía eléctrica
Por trágicas que parezcan estas cifras, no representan la realidad de ciertas zonas del mundo, incluyendo algunas de Argentina, donde hay grupos familiares cuyos ingresos son de la magnitud de los que el Banco Mundial asigna a 3.000 millones de individuos.
A pesar que es por demás evidente que un mayor número de usuarios de los recursos naturales, implica la exacerbación de los procesos conducentes al cambio ambiental global, los niveles de decisión política han adoptado una actitud pasiva, solamente dejada de lado por quienes dirigen a los países más desarrollados. En lo que ha dado en llamarse el Primer Mundo, las autoridades han asumido las causas de estos problemas.
Disponiendo de niveles apropiados de conocimientos científicos y tecnológicos y de pueblos con una cultura social apropiada, han podido desarrollar las estrategias necesarias para mejor adaptarse a los cambios ambientales previstos. En este contexto, han logrado bajar las tasas de crecimiento poblacional, como una medida orientada a reducir los impactos humanos sobre el entorno y, simultaneamente, reducir la pobreza.
Las autoridades de los países en desarrollo, agobiadas por los multiples problemas socio-económicos y carentes de conocimientos y estructuras apropiadas, no han dedicado los esfuerzos necesarios para tratar cuestiones trascendentes para el futuro de sus comunidades, como son las que derivan de los cambios ambientales conducentes a mayores eventos extremos, que ya afectan a sus comunidades con inusitada intensidad y frecuencia y que serán probablemente más graves durante el siglo XXI.
Lamentablemente, no sólo han adoptado una actitud pasiva sino que, presionados a veces por decisiones parcializadas, provenientes de organismos de financiamiento y asesoramiento externos, han aceptado reducir la enseñanza profesional y académica, destruyendo las escasas posibilidades de su competitividad en los mercados internacionales. La nefasta falta de planificación para el desarrollo, les ha hecho olvidar que la seguridad y el futuro de sus pueblos depende de sus propia capacidad de decisión.
Estos procesos están orlados por actitudes parcializantes de los países desarrollados y, lamentablemente de las organizaciones internacionales que, excepción hecha de los discursos plenos de ofrecimientos, poco han hecho aún para obviar los graves problemas que afectan ya a los países en vías de desarrollo. Todos habitamos un único planeta, cuyo continuo deterioro afectará, directa o indirectamente, a la humanidad toda.
Retomando las ideas mencionadas respecto de la palabra “sustentabilidad”, el requerimiento de proveer el alimento necesario, y la urgencia por conservar una cosa -aquí los comunes de la humanidad- en su ser o estado, pone en evidencia que el futuro del planeta tiene que ser encarado mediante trayectorias de desarrollo sustentable, en todas y cada una de las comunidades del mundo.
Cuando el Informe de la CNUMAD o Informe Brutland se refiere a un desarrollo sustentable, quiere significar que, de entre las multiples trayectorias para lograr el progreso material de una comunidad, deberían elegirse aquellas que menos afecten las posibilidades de desarrollo futuro de esa comunidad, cuando esa tarea pase de padres a hijos y, así a las generaciones a venir.Debe quedar claro que no hay desarrollo sin deterioro ni pérdida de recursos.
Los hechos registrados desde la Revolución Industrial (1750) así lo muestran. Por eso, tomando ahora una sola de las consecuencias del cambio ambiental global, la que deriva del calentamiento terrestre debido a acciones antrópicas, podemos decir que el desarrollo tal y como ha sido encarado hasta el presente no es sustentable.
Al cambiar la constitución de la atmósfera adicionando gases de efecto invernadero, no sólo estamos cambiando la naturaleza física del aire atmosférico, sino que generamos condiciones climáticas diferentes que, a su vez afectan a los otros componentes del entorno ambiental. En este contexto, es oportuno destacar que las interconexiones entre las diferentes cuestiones ambientales han sido aceptadas, tanto en los estamentos políticos como en los ámbitos científicos, solo hace unos pocos años.
Hoy, el tratamiento de estas cuestiones, está urgiendo la realización de trabajos de investigación, seminarios, talleres e informes técnico-científicos integrales e integrados. No quedan fuera de estas nuevas evaluaciones de vulnerabilidad de los sistemas naturales y humanos, la salud humana, las componentes socio-económicas ni tampoco las culturales y étnicas.
Imprescindibles en toda acción orientada hacia la elección de distintas trayectorias de desarrollo, habida cuenta que ello plantea la necesidad de conocer las acciones y retroacciones de cada componente -geofísica, biológica, social, económica, humana y étnica- para poder evaluar tanto los escenarios futuros como para definir las estrategias de adaptación.
Así, es claro que el calentamiento terrestre, con sus variaciones regionales que agregan nuevas dimensiones a la problemática ambiental, es causa de pérdida de diversidad biológica. El Tercer Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC-TAR) (2), al evaluar la vulnerabilidad, impactos y adaptación al calentamiento terrestre, ha hecho evidente la pérdida de numerosas especies y sistemas geofísicos, y sus proyecciones futuras evaluadas con modelos matemáticos, biogeográficos y bioquímicos. Ellos proveen información sobre cómo la biosfera registrará transiciones de una condición climática a otra.
Los informes del IPCC incluyen tablas que muestran algunos cambios de variables vinculadas al desarrollo, clasificados por regiones. Estas tablas hacen evidente importantes diferencias regionales. Sin embargo, estos análisis no incluyen evaluaciones integradas, en las que se consideren, además del impacto climático, los derivados, por ejemplo, de un aumento de la población humana, el incremento de la radiación ultravioleta, los efectos de la contaminación de impacto o de las precipitaciones ácidas.
Consecuentemente, cada comunidad deberá analizar cuidadosamente su situación ambiental, elaborar los escenarios apropiados a sus planes de desarrollo y obtener las proyecciones de los cambios en los distintos componentes de su entorno ambiental. Al respecto podrá utilizar los escenarios desarrollados por el IPCC (Informe Especial sobre Escenarios de Emisión, 2000) (3), y tomar en cuenta las posibilidades de adaptación a las tensiones ambientales, según se describen en el manual correspondiente del IPCC (4).
Las diferentes maneras de alcanzar un estado de desarrollo sustentable derivan de la experiencia de varias décadas de esfuerzos orientados a un desarrollo cada vez más efectivo y menos insidioso sobre el entorno y sus recursos.
Históricamente los países industrializados enfocaron su desarrollo en la producción material. Por ello, no resulta sorprendente que el modelo seguido por los países en vías de desarrollo, en las décadas del ’50 y el ’60 estuviera dominado por la idea de producción y crecimiento basada únicamente en el concepto de eficiencia económica. Ya a comienzos de la década del 70, el creciente número de pobres en el mundo en desarrollo, y la escasez de beneficios logrados, condujo a la realización de esfuerzos cada vez mayores para mejorar la distribución de ingresos a la población.
El paradigma del desarrollo se desplazó hacia un crecimiento con equidad, donde el objetivo social, orientado hacia la reducción de la pobreza, fue reconocido como diferente y tan importante como la eficiencia económica.
Fue entonces cuando surgió la urgencia por proteger el ambiente. Hacia 1980, se había percibido que la degradación ambiental constituía ya la barrera mayor contra el desarrollo. Entonces, el concepto de desarrollo sustentable evolucionó para integrar los tres elementos mencionados: económico, social y ambiental.
La componente económica para la sustentabilidad está apoyada en el concepto del flujo máximo de ingreso que podría ser generado mientras se mantenga, por lo menos el stock de recursos que produce esos beneficios. En los casos en que se deban utilizar recursos escasos, se recurre a medidas de eficiencia económica, diseñados especificamente para cada situación. En este contexto deberá tomarse en consideración la necesidad de identificar correctamente las clases de capital (industrial, natural o humano) que debe ser mantenido, pudiendo ser sustituido, particularmente cuando se trate de recursos ecológicos. Las cuestiones de incertidumbre, irreversibilidad y colapso catastrófico imponen dificultades adicionales.
El concepto social de sustentabilidad es de orientación humana y busca mantener la flexibilidad de los sistemas sociales y culturales y su capacidad de soportar choques o impactos. Una equidad mayor y la reducción de conflictos destructivos resultan aspectos trascendentes en la aproximación social a la sustentabilidad. Es deseable la conservación de la diversidad cultural y el capital étnico-cultural-religioso a través de las diferentes comunidades.
El punto de vista ambiental del desarrollo sustentable está enfocado en la flexibilidad de los sistemas biológicos y físicos. Para informarse sobre ello, basta conocer el valor de los ecosistemas naturales y manejados por el hombre (p.e agricultura, forestación) en el anuario del World Resources Institute, correspondiente al período 2000-2001 (5). De importancia particular es la viabilidad de los subsistemas que resultan críticos para la estabilidad del ecosistema total.
El énfasis está en la conservación de la capacidad dinámica de tales sistemas, para adaptarse a los cambios ambientales globales y a las presiones del consumo, y no necesariamente a la conservación de un estado estático ideal.
Las interfases entre esas tres rutas de aproximación a la sustentabilidad son, sin duda, importantes. Los elementos económicos y sociales deben interactuar para dar origen a cuestiones tan importantes como la equidad intrageneracional y para proveer medios a los pobres. La consideración de la fase económico-ambiental ha dado origen a nuevas ideas sobre valuación e internalización de los efectos ambientales. Finalmente, el enlace social-ambiental conduce a renovar el interés por la equidad intergeneracional y la participación humana.
Para quienes busquen, como ya es necesario hacerlo, la integración de las tres fases en forma práctica, es necesario que comprendan que la mayoría de las decisiones sobre desarrollo continúan apoyadas en el criterio de eficiencia económica. Entonces, se hace necesario vincular el avance futuro con el desarrollo de un area relativamente nueva de la ciencias económicas: la economía ecológica.
Hace adoptar prácticas y métodos normalizados en ciertas areas conducentes a una posible validación de todos los recursos, no sólo los que ya están incorporados al mercado, sino también los recursos naturales, el suelo, la propia salud humana, etc., que están integrados al desarrollo, pero que carecen de formas de evaluación económica comparable con las demás “commodities”.
La República Argentina es un estado de características extremadamente particulares. Luego de haber alcanzado niveles de producción y competitividad que, antes del año 1930 lo ubicaron entre los primeros países del mundo, ha venido sufriendo procesos que han mermado su capacidad general. Este no es el ámbito para analizar las causas de la decadencia; sin embargo, es obligatorio evaluar sus efectos para definir las acciones que deben ser adoptadas con urgencia, por los estamentos oficiales, la empresa privada y el pueblo argentino, a través de su derecho de elección.
Será necesario proveer al país de una capacidad de competencia compatible con las tendencies globales observables y capaz de hacer frente a los efectos del cambio ambiental global en curso, al cual deberá adaptarse. Sólo así podrá asegurar un futuro aceptable, exento de premuras y situaciones coyunturales, y seguro para la comunidad nacional, así como confiable para sus socios regionales y para el mercado mundial.
En este contexto, los argentinos deben asumir la urgente necesidad de recuperar aquella antigua competitividad de fin del siglo XIX y comienzos del XX. Así lo recomienda el economista Jeffreys Sachs, en un artículo reciente sobre la situación actual de Argentina publicado por la revista Times (6).
En estas condiciones, no cabe duda alguna que la ciencia y la tecnología deberán ser reintegradas a los niveles que Argentina supo tener cuando, trabajando en el país, sus especialistas eran solicitados en todo el mundo y recibían el reconocimiento de las academias internacionales. Cuando sus libros eran textos de carreras universitarias, aún en países europeos.
Cuando sus especialistas retornaban al país, una vez completadas sus tareas en otros países, en vez de buscar desesperadamente ubicación en instituciones de países desarrollados, en los cuales aún son aceptados por su ancestro científico.
Es probable que los políticos argentinos, sólo preocupados por ellos y su clientelismo, nunca logren comprender su propia tragedia, la de vivir a espaldas de la realidad mundial. La introspección perversa que les hace repetir aquello que nunca fue realidad, “que la Argentina es el granero del mundo”, no les permite comprender que la grave dicotomía ciencia-política es hoy más nefasta como nunca lo fue en la historia de los países civilizados.
La repetición de frases hechas que afirman la disponibilidad de riquezas inexplotadas, muestra que hemos olvidado que más del 50% del territorio nacional es árido, que los excesos y deficiencias de agua han hecho de la pampa tierra de lagunas e inundaciones, alternando con extensos arenales en condiciones de sequía; que la disponibilidad de agua fresca o dulce en varias regiones del país no es el simple resultado de una situación hidrometeorológica dada sino del manejo efectivo del recurso hídrico; que la salud humana no es sólo la ausencia de enfermedad sino que es un estado de bienestar físico, mental y social, muy lejos de la realidad nacional actual.
Argentina debe planificar su desarrollo sustentable hoy. Para ello debe, simple y llanamente, lograr en el menor tiempo posible:
• niveles apropiados de conocimiento de sus propios recursos, mediante el mejoramiento y la modernización de sus sistemas de observación y compilación de información geofísica, biológica, ecológica, social y económica, incluyendo los aspectos culturales y étnicos relevantes;
• la introducción de metodologías de punta para la observación y el monitoreo de las variables ambientales y de los cambios en las componentes socio-económicas, culturales y étnicas de la comunidad nacional;
• la ampliación de sus capacidades de investigación básica;
• un amplio desarrollo de la investigación aplicada, conjuntamente con la consideración de los aspectos ambientales que interactúan con las cuestiones relativas a la producción nacional;
• el desarrollo de capacidades propias en las nuevas áreas científicas y tecnológicas, la capacidad de adquisición y transferencia de nuevas tecnologías;
• el desarrollo institucional apropiado, estableciendo un Consejo Científico y Tecnológico integrado por los exponentes calificados de cada área específica, de carácter honorífico y libre de designaciones de especialistas dedicados a la función pública,
• la integración de la empresa privada y las ONG’s de nivel apropiado en la planificación del desarrollo sustentable;
• el seguimiento apropiado de los desarrollos en otras áreas del mundo, particularmente de los mercados y requerimientos de recursos renovables;
• la participación científica y tecnológica activa, complementaria de la acción diplomática regional e internacional, en comisiones, paneles, grupos de trabajo, etc, de organismos gubernamentales y agencias especializadas, incluidas las no gubernnamentales;
• la divulgación pública de la información.
Referencias:
1 – Protecting Our Planet, Securing Our Future, UNEP, US NASA and WB, noviembre 1998.
2 – Climate Change 2001. Impacts, adaptation and Vulnerability, IPCC, 2001.
3 – Special Report on Emission Scenarios, IPCC, 2000.
4 -IPCC Technical Guidelines for Assessing Climate Change Impacts and Adaptations, 1994.
5 – People and Ecosystems. The Fraying Web of Life. World Resources 2000-2001. UNEP, UNDP, WB y WRI, 2000.
6 – How to lift the malaise. J. Sachs, Harvard University, Time, 23/7/01.
Artículo de opinión sobre el Desarrollo Sustentable en la Argentina.(c) Revista Ecología&Negocios-2001. E-mail: [email protected]. Septiembre 2001
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