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Camino a la escuela verde

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En la Ciudad de Buenos Aires, una primaria ya genera electricidad a través de paneles solares. Como parte del proyecto se capacita a directivos, docentes y estudiantes acerca de la sustentabilidad y el buen uso de los recursos.

Un chico de no más de siete años le grita a su hermano desde una de las hamacas: “No pises ahí, ¿no ves que hay pastito recién nacido?”. La escena es en pleno barrio porteño de Floresta, en la Plaza Ciudad de Udine, a la que los vecinos llaman plaza Banderín.

En el corazón de este espacio verde se erige la Escuela N° 10 del Distrito Escolar 12, que tiene en su terraza algo que la hace única: es la primera primaria de la Ciudad de Buenos Aires que produce energía a través de paneles solares. “La escuela tiene cuatro mil metros cuadrados y el sistema abastece un poco más de la mitad de la necesidad energética del edificio. Ya se puede cubrir un piso entero con los paneles”, cuenta el arquitecto Fernando Martínez, de la Gerencia de Proyectos de la Dirección de Infraestructura Escolar del Gobierno porteño. Además, explica que esta institución fue elegida porque al estar rodeada por un parque, tiene un asoleamiento perfecto: “La clave es la ubicación y la orientación”, puntualiza. “Pronto la energía generada que la escuela no utilice va a poder ser inyectada a la red eléctrica”, agrega su colega Sebastián Nari. La Ley 27.424, que fue reglamentada recientemente, permite que los usuarios inyecten energía limpia a la red de distribución. “Durante los meses de verano, que son los que más incidencia y generación tienen, la escuela está cerrada. Entonces es importante que esa energía renovable se pueda entregar a la red”, explica. Según los arquitectos, el proyecto en la Escuela 10 se hizo pensando en esta norma y ahora sólo resta un trámite en la empresa distribuidora para instalar un medidor bidireccional, que es el que permite medir cuánta energía se toma de la red y cuánta se inserta.

Cambio cultural

La Escuela Coronel Leonardo Rosales forma parte de un programa del Ministerio de Educación de la Ciudad llamado Escuelas Verdes, que comenzó en 2010 con un puñado de instituciones y hoy ya cuenta con 234 reconocidas y trabajando por la sustentabilidad. “Nuestro destinatario último es el alumno como protagonista del aprendizaje y del cambio cultural. Lo que aprenden, lo llevan a su familia y transforman realidades”, dice Angélica Gómez Pizarro, titular de la Unidad de Proyectos Especiales de Educación para la Sustentabilidad. Escuelas Verdes trabaja en el desarrollo de contenidos, las acciones de capacitación de directivos, docentes y estudiantes; la gestión ambiental, como la separación de residuos y el consumo responsable, y el acompañamiento pedagógico de las más de dos mil escuelas porteñas. “Nuestra idea es crear un parque solar escolar que abarque toda la Ciudad”, se ilusiona Gómez Pizarro.

Respecto de la situación edilicia de las escuelas, Florencia Pappagallo, arquitecta proyectista de Infraestructura Escolar, informa que hay más de 700 instituciones de gestión pública en Buenos Aires y la gran mayoría de los edificios no funciona eficientemente. “Poner los paneles solares no te hace sustentable de por sí, porque si el edificio trabaja mal, consume excesivamente la energía o tiene las paredes no aisladas, no vas a lograr sustentabilidad”, describe. Por este motivo es que, desde hace poco más de un año, todos los establecimientos que se están construyendo deben adecuarse a estos parámetros ecológicos e incluso están en camino de obtener una certificación internacional en sustentabilidad que otorga el Banco Mundial. “Una escuela tiene un desgaste intensivo, por ende hay que pensar muy bien los materiales que se usan. Si bien la inversión inicial es alrededor de un cinco por ciento mayor, se amortiza rápido. El gasto mensual disminuye, el edificio tiene mayor vida útil y mejora la calidad de vida de niños y trabajadores”, precisa Pappagallo.

La arquitectura sustentable en escuelas produce beneficios económicos, además de cuidar el medio ambiente. Los termotanques solares con los que cuentan algunas instituciones, así como los tanques de recolección de agua de lluvia, cumplen esa doble función.

Además, hay casi 600 escuelas públicas que cuentan con huertas, algunas con cultivo hidropónico, acuaponia, terrazas verdes y jardines de mariposas. “Son proyectos que movilizan, emocionan. Es un aprendizaje con sentido, que interpela al niño en su realidad, en su ambiente. Se busca educar en valores, enseñar a respetar la vida en todas sus formas y sus especies”, relata Gómez Pizarro. En definitiva, aprender del chico que juega en la plaza Banderín y no pisar el pastito recién nacido.

Autor: Eduardo Santachita
Fuente: tercersector.org.ar

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