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La diplomacia del coral que acerca a Israel a sus vecinos árabes

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Suiza facilitará a los países ribereños del Mar Rojo coordinar el estudio de los arrecifes de estos animales coloniales resistentes al cambio climático y compartir los resultados

Numerosos estudios avalan la teoría de que el cambio climático está contribuyendo de forma extraordinaria al deterioro del ecosistema marino. Los científicos del Australian Research Council, en la Universidad James Cook, recientemente daban la voz de alarma tras comprobar que la Gran Barrera de Coral australiana se destruye a pasos agigantados. Cada vez es más frecuente el llamado “blanqueamiento” del coral, un fenómeno por el que esos organismos vivos pierden su color e incluso mueren, fruto de la contaminación o el aumento de la temperatura del mar.

Un fenómeno global que no parece afectar a los arrecifes del norte del Mar Rojo. “Somos muy afortunados, porque mientras nuestros colegas de otras partes del mundo luchan desesperadamente por salvar el coral, en el Golfo de Áqaba, a pesar del calentamiento y del desarrollo loco, turístico e industrial que experimenta la zona, nuestros corales gozan de muy buena salud”, asegura a EL PAÍS, el profesor Maoz Fines, del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Bar Ilan, Israel.

Pero, ¿qué es lo que hace que los corales del norte del Mar Rojo sean más resistentes a esos cambios? ¿Podría el estudio de esos arrecifes contribuir a preservar el coral en otros lugares del planeta? Hasta ahora, las diferencias políticas entre los gobiernos de los países ribereños del Mar Rojo no han permitido elaborar un plan conjunto de actuación ni para estudiarlo, ni para poner en marcha futuros planes conjuntos de conservación. “La enorme resistencia al deterioro de nuestros corales no debe de hacernos bajar la guardia. Es una zona donde los arrecifes están sumamente cerca de los humanos. El boom turístico que hemos experimentado hace que cada vez haya un mayor desarrollo urbanístico a lo largo de toda la costa y eso, si no se controla conjuntamente, acabará dañándolos”, alerta el científico israelí.

Por eso, un grupo de expertos de los países ribereños del Mar Rojo, entre los que se encuentra el profesor Fines, han abanderado el proyecto más ambicioso, hasta la fecha: crear un entorno de colaboración que les permita estudiar en conjunto las particularidades de los más de 2.000 kilómetros de arrecife continuo.

Gracias a la participación de Suiza, han logrado sortear las dificultades políticas para compartir los estudios realizados individualmente por diferentes equipos de oceanógrafos, biólogos marinos, geólogos y expertos en ingeniería ambiental, civil y conservación de la naturaleza. “Todos los vecinos del mar necesitamos los arrecifes. Suiza nos proporcionará un paraguas neutral bajo el que trabajar y compartir nuestros puntos de vista para afrontar los problemas que nos afectan a todos”, explica Fines.

Científicos de países como Arabia Saudí, Sudán o Yemen, que no mantienen relaciones diplomáticas con Israel, trabajarán codo con codo, individualmente, con sus colegas suizos del recientemente creado Centro de Investigación Transnacional del Mar Rojo, en la ciudad de Berna, para observar y estudiar el particular ecosistema coralino del Mar Rojo. “Los suizos nos permitirán salvar los obstáculos políticos. Trabajarán con todos y luego cada equipo volcará los resultados obtenidos en una base de datos común, situada en Suiza, de la que todos podremos beneficiarnos. Quién sabe si algún día podremos hacerlo personalmente, en un encuentro que nos permita elaborar futuros modelos conjuntos de sostenibilidad”, dice el científico hebreo.

Egipto, Jordania, Eritrea y Djibuti también forman parte del proyecto que permitirá además de estudiar las particularidades de la resiliencia del coral, elaborar un detallado mapa del impacto de la actividad humana a lo largo de la costa del Mar Rojo. “En algunos lugares se ha optado por crear arrecifes artificiales, pero eso no es una solución a los problemas del ecosistema marino. La prioridad debe de ser preservar lo que tenemos, no introducir nuevos elementos de estrés en el ecosistema. La basura debe de ser sacada del mar”, sentencia tajante Fines.

 

Autora: Lourdes Baeza
Foto: Reinhard Dirscherl (Getty)
Fuente: elpais.com

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